[Poema cooperativo escrito por el público al modo de cadáver exquisito
durante el recital VersoLab/LaborArte, el 11 de mayo de 2017,
en el Auditorio del Centro Cultural Conde Duque, Madrid]
Es duro. Es cansado. Estar ahí.
Qué bonito es vendimiar cuando la ganancia es poca.
Tienen hambre los hijos del futuro.
El sutil abultamiento de mis poros al rozarme.
El dinero-el poema-el dinero-tra-bá-ja-lo-di
Sin ti voy a decir.
Rica fruta para ti.
Las raíces, los contratos, la bolsa.
Escucho el poema, escribo a ciegas.
Para poder oírte, abro los ojos.
Quiero luchar
contra los peces abisales, ciegos,
de tu sí sistemático.
Quiero un jardín de memorias cálidas con huellas
de afectos de animales y humanos.
Pero la realidad es un ciempiés, aplastamos
y nuestros corazones son asteroides.
Trabajo para vivir o vivo para trabajar?
Soy lo que hago o hago lo que soy?
Hay una luz azul que todo lo consuela
pero, ¿se sigue respirando tras de las horas muertas?
¿Quién juzga si todas estamos ciegas, y la luz consuela, pero no devuelve nada?
Y en lo alto un sol vacío me dice que es de noche.
No sé quién soy. O lo olvidé.
El trabajo creo que me ha alienado
y pasó, como todo pasa, el dolor, la vida, pero
quedó la rabia.
La casa en tu silencio, la casa en tus manos.
Busca una salida, sabiendo que tras ese silencio se
esconde mi esperanza
y esperando me di cuenta que no encontraba
No hoy,
No quizás.
No.
He mirado a mi alrededor y e
encontrado algo mío en ti.
Pero la soledad me vuelve a vestir cuando la noche se asoma,
y cuando amanece el sol, y parece que todo
va a ir mejor.
Lo mejor del sol es la sombra
piensa el albañil, la camarera, el socorrista y
la que ha perdido su empleo de trabajo temporal.
¡Oh, Palmira! Bosque de columnas,
crisol de culturas, ciudad espiritual,
que iluminas el corazón de los viajeros,
¿qué le ha pasado a tu brillo y luz?,
¿a dónde han ido tu magia y tu calor?
Llegará un día en el que serás venganza,
ya sea por la justicia divina o natural.
Yo y todos los que hemos contemplado
tu belleza, te recordaremos con todo tu
esplendor.
No es una cuestión de contar sílabas:
se trata de conectar esa voz y las vértebras.